Por Carina Solmirano *
Foto crédito: Flickr CC Eneas de Troya
Pensamos que nunca nos iba a pasar, pero hace una semana, tres personas forzaron la entrada de la casa de mi madre. Se llevaron, entre otras cosas, su laptop, que es la única herramienta con la que se mantiene comunicada con el resto de la familia. Por suerte, ella no se encontraba en ese momento y, gracias a la solidaridad de los vecinos, la policía logró llegar a tiempo para arrestar a uno de los delincuentes. Dos se fugaron. Su laptop no fue recuperada, y todas las memorias guardadas allí se perdieron.
Los asaltantes eran vecinos del barrio, probablemente chicos con los que jugué durante mi infancia. Hasta ese día, mamá nunca había sentido la inseguridad y mucho menos en su hogar. Pero desde hace una semana, ella es parte de las tristes estadísticas del crimen y la violencia que afectan nuestra región. Y desde ese día tiene miedo.
El BID ha lanzado el estudio “Voces Emergentes”, que recoge información de encuestas realizadas en 25 ciudades y 5 mega-ciudades donde el Banco implementa la metodología de la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES) durante el período 2011-2014. La encuesta cubrió 21 temas, desde medio ambiente hasta el empleo. La inseguridad figuró como la principal preocupación tanto para las ciudades intermedias como para megaciudades como Buenos Aires, Bogotá o Lima. La inseguridad como tema prioritario afecta de igual manera a mujeres y hombres, en todos los rangos de edad y estratos socioeconómicos.
El estudio de ICES para la sección de seguridad está organizado en torno a 9 preguntas que incluyen aspectos como la sensación de seguridad de los ciudadanos, la confianza policial, las acciones comunitarias para enfrentar la inseguridad, el acceso a seguridad privada, los niveles de victimización y delitos sufridos. Estas preguntas revelan que si bien la inseguridad es el principal problema para los ciudadanos de las ciudades y megaciudades, la “sensación de seguridad” varía según se trate de los habitantes de ciudades (28%) o de megaciudades (16,4%).
El estudio revela aspectos interesantes. La sensación de inseguridad depende del conocimiento del área geográfica en la que una persona se desenvuelve. Al preguntar sobre la sensación de seguridad al caminar por la noche, el porcentaje de personas que dice sentirse seguros aumenta en los barrios. Así, “el barrio constituye un ámbito más cercano y conocido para las personas, y, por lo tanto, allí se experimenta un mayor nivel de seguridad.”
Otro aspecto importante de las encuestas tiene que ver con las acciones comunitarias que los latinoamericanos y caribeños realizan en sus barrios para enfrentar la inseguridad. Por ejemplo, 23% de los encuestados manifestó haberse reunido para discutir la inseguridad con sus vecinos o reclamar acciones en contra de la misma. De hecho, un 18,3% de los encuestados realizó tareas comunitarias como la vigilancia de las casas. En la ciudad donde vive mi madre fueron los vecinos quienes llamaron a la policía y avisaron que se estaba cometiendo un delito.
Un dato final que confirma la información de otras encuestas de opinión como LAPOP o el Latinobarometro tiene que ver con los niveles de confianza en la policía. En promedio, un poco más del 34% de los encuestados en las ciudades y megaciudades confían en la policía,observándose diferencias significativas en ciudades como Paraná o Cochabamba, donde más del 50% de los encuestados confían en la policía, respecto a Asunción o Lima donde solo lo hacen el 6,9% y el 8,5% de los encuestados.
¿Qué pueden hacer los gobiernos para mejorar la seguridad en las ciudades y barrios?
* Carina Solmirano es consultora del BID en Seguridad Ciudadana. Anteriormente, trabajo como investigadora senior en el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), responsable del programa de gasto militar en América Latina, el Medio Oriente, y Asia occidental, enfocando sus estudios en la necesidad de transparentar los presupuestos de defensa y la adquisición de armamentos. Ha sido reconocida por la ONU como una de las mujeres líderes en el campo de desarme de América Latina. Carina tiene estudios doctorales y una maestría en seguridad internacional en la Universidad de Denver y es licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (Argentina).
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